La derrota en la guerra franco-prusiana acabó con el Segundo Imperio francés, el de Napoleón III, llamado Napoleón le Petit. El político conservador Adolphe Thiers, que empezó atizando el fuego de aquella guerra para clamar contra ella cuando ya estaba clara la derrota, fue elegido presidente provisional de la Tercera República.
En cuanto alcanzó el poder se mostró su carácter brutal.
En marzo de 1871, París se rebeló contra la derrota, contra el armisticio y contra las imposiciones de Thiers, y proclamó la Comuna, un gobierno autogestionario que proclamó medidas revolucionarias.
Thiers, acantonado en Versalles, vio la ocasión perfecta para imponerse mediante un escarmiento y decidió tomar la capital mediante bombardeos y asaltos.
La Comuna intentó lograr la paz mediante una mediación que encargó a la Logia masónica Los discípulos del Progreso, del Gran Oriente de Francia. Los masones fueron a hablar con Thiers e intentaron por todos los medios llegar a un acuerdo. Fracasaron. Thiers estaba decidido a ahogar en sangre la revuelta.
Cientos de masones celebraron una asamblea en Châtelet y decidieron lo que habían de hacer. El 29 de abril una multitud de hombres ataviados con sus bandas, collares y mandiles masónicos cruzaron el Puente de Neuilly llevando en alto los estandartes de sus logias. Treparon a los parapetos que defendían la Puerta Maillot y clavaron allí los estandartes masónicos, a pocos metros de los cañones de los versalleses. La repentina aparición de los estandartes hizo callar por un momento los cañones. Fue el último intento negociador, que duró un día y que también fracasó ante la obstinación de Thiers.
Visto que la paz era imposible, los masones regresaron a las barricadas y se hicieron matar junto con el resto de los ciudadanos. Los que quedaron vivos fueron fusilados ante lo que hoy se llama el Muro de los Federados. París quedó sembrado de cadáveres. Entre la batalla y la represión posterior, perdieron la vida unas 50.000 personas.